Sal por patas si te da la gana
Hace unos días empecé a leerme un libro. Pero lo cierto es que me aburrió. Habían pasado tres capítulos y no había un diálogo, un punto y aparte, un respiro. Nada. Aburrido, soso, sin sobresaltos. Y lo dejé. Tan simple como eso.
En defensa del abandono, he de decir que tenemos derecho a dejar a medias aquello que no nos gusta, que no nos llena, que no nos satisface de la forma que esperábamos.
Esto, por supuesto, no es aplicable a deporte.
Pero sí a la comida. ¿Cuántas veces hemos dejado limpio el plato sólo porque nos daba pena dejar eso ahí? Pues yo he aprendido que más vale tirar lo que no me cabe antes que comérmelo y que me caiga mal. O si no, pedirlo para llevar o guardarlo en un tupper para el día siguiente.
Debo posicionarme a favor de abandonar cuando estamos hasta las narices, o cuando no queremos seguir, o cuando nos damos cuenta de que algo no. Que simplemente no.
C*ño, que para eso somos libres y nadie nos apunta con una pistola. Y si lo hicieran, aún seguirías siendo libre.
Sal por patas si te da la gana.
(Menos cuando se trata de deporte. Ahí sigue. A no ser que te estés reventando a lo tonto, sigue.)
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